Por Francisco Bencosme

Como persona queer de color que soy, me conmocionó saber que Brunéi ha adoptado un Código Penal que permite la muerte por lapidación para castigar las relaciones sexuales con personas del mismo sexo. Como ser humano, me preocupó que una legislación tan cruel entrara en vigor, permitiendo a las autoridades de Brunéi restringir las libertades de expresión, religión y creencia. Como alguien que trabaja en la región, pensé: ¿podrían asesinarme en la calle por ser quien soy si viajo a Brunéi? Y lo más importante, pensé en los incontables activistas LGBTQ+ de Brunéi que estarán temiendo una ofensiva reaccionaria. Pensé en su temor por su vida y por la vida de sus familiares y de su comunidad, y en si tienen posibilidades de buscar seguridad y solicitar asilo en otros países.

La evolución observada en Brunéi debe verse como una señal de alarma. Tenemos que salir y alzar la voz, no sólo en favor de Brunéi, sino también de todas las personas que forman la comunidad mundial LGBTQ+. Si alzamos la voz en defensa de los derechos humanos en Brunéi, debemos hacer lo mismo en otros lugares. La situación de las personas LGBTQ+ en todo el mundo nos recuerda las sabias palabras de Martin Luther King: “La injusticia en cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes. Estamos atrapados en una red ineludible de reciprocidad, ligados en el tejido único del destino”.

En Amnistía Internacional Estados Unidos movilizamos nuestras fortalezas, debilidades, miedos y esperanzas y los transformamos en acción. Y, aunque es lógico escandalizarse por lo que está sucediendo en Brunéi, debemos tener presente la interseccionalidad de todas nuestras luchas y las injusticias e ir de la mano con nuestra familia LGBTQ+ en cualquier lugar del mundo donde pueda estar luchando en defensa de sus derechos humanos. He aquí algunos lugares hacia los cuales podemos dirigir la atención y nuestra acción.

El Triángulo Norte

Las injusticias que experimentan personas de El Salvador, Guatemala y Honduras empeoran cada día. Como ha documentado Amnistía, las personas LGBTQ+ que viven en el Triángulo Norte están cada vez más expuestas a sufrir amenazas y ataques selectivos porque, ante la falta de protección de las autoridades de sus países, no ven otra solución que huir y afrontar más peligros en su búsqueda de seguridad solicitando asilo en México. Nuestra reacción ante la crisis humanitaria en la frontera debe enmarcarse en nuestra preocupación por las personas LGBTQ+ que sólo quieren vivir a salvo.

Finlandia

O tomemos el caso de Finlandia, donde unos invasivos requisitos obligan a las personas trans y de género no conforme a tener un diagnóstico de “trastorno mental” para lograr la reasignación de género. Sakris Kupila, de 21 años, nunca se ha identificado como mujer, pero la legislación finlandesa le obliga a tener un diagnóstico de “trastorno mental” para cambiarse de nombre. Para Sakris, la decisión está clara. Se opone a este trato humillante y reclama que se reforme la legislación. Los derechos de la comunidad LGBTI en Finlandia también deben formar parte de nuestra lucha, y podemos empezar por firmar esta petición.

Egipto

Debemos luchar igualmente en favor de la liberación de la activista transgénero Malak al Kashef, secuestrada de su casa por participar en una protesta pacífica. En Egipto, las autoridades han lanzado una amenazadora campaña selectiva contra las personas LGBTQ+ y han practicado decenas de detenciones y exámenes anales forzados para detectar “homosexualidad crónica”. Tales exámenes constituyen tortura y una violación flagrante de derechos humanos fundamentales.

Taiwán

En Taiwán, las iniciativas en favor del derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo y de las escuelas inclusivas respecto a las personas LGBTQ+ han sido rechazadas en referéndum. No obstante, el Estado tiene la obligación de reformar la legislación discriminatoria sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, y por tanto sí existe una vía de avance legislativo.

Malasia

De igual modo, en Malasia hemos visto cómo se condenaba a recibir azotes y pagar una multa a dos personas LGBTQ+ que mantenían relaciones sexuales. En países como Malasia, o como Taiwán, la reforma exige adoptar enfoques “de arriba a abajo” y “de abajo a arriba” para proteger y reafirmar los derechos LGBTQ+; también allí requieren nuestra atención.

Uganda

En todo el continente africano, los derechos legalmente establecidos de las personas LGBTQ+ disminuyen a medida que crece la homofobia, apoyada por las autoridades. Aún hay ugandeses en prisión condenados a “cadena perpetua” por el “delito” de ser homosexuales.

Rusia

Como parte de lo que se ha descrito como “nueva ola de persecución” en Chechenia, personas LGBTQ+ están siendo secuestradas de sus casas, por medios gubernamentales y no gubernamentales, y posteriormente torturadas y encarceladas o asesinadas. Es una constante en la historia de Chechenia. Se han documentado al menos 2 muertes y 40 detenciones de personas LGBTQ+ en Chechenia desde diciembre de 2018. Amnistía Internacional reclama la validez de las denuncias a pesar del silencio que guardan las autoridades rusas.

Tanzania

Cientos de personas se han escondido y miles más viven con miedo cada día en Dar es Salaam, donde la reciente campaña de represión basada en la legislación contra la comunidad LGBTQ+ se ha intensificado. Muchos activistas queer tienen miedo a sufrir violencia y han huido de su zona de residencia o se han encerrado en su casa después de que Paul Makonda, máximo responsable administrativo de la ciudad, haya elaborado una lista con más de 100 nombres tras recibir miles de sugerencias del público en general.

Estados Unidos

Por eso, lo que está sucediendo en nuestro país en favor de los derechos LGBTQ+ debe estar aún más vinculado a nuestra política exterior. Estados Unidos no puede alzar la voz contra estas injusticias si no respeta derechos humanos universales en su propio territorio. La constante retórica del gobierno de Trump contra la comunidad LGBTQ+ se ha manifestado en medidas como excluir de sus políticas a las personas homosexuales y trans y borrarlas de su sitio web gubernamental, prohibir la entrada en el ejército de las personas transgénero y publicar un memorándum para obligar a ciudadanos a adherirse al género que les fue asignado al nacer; son algunas de las peores, pero hay muchas más. Todos estos ataques afectan directamente al núcleo de la pregunta que ahora planteamos sobre Brunéi: ¿dónde están seguras las personas LGBTQ+? Ya sea en Brunéi, el Triángulo Norte, Finlandia o Estados Unidos, defender los derechos de las personas LGBTQ+ es nuestra responsabilidad colectiva.

 

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