Se calcula que al menos medio millón de personas son asesinadas con armas cada año y que, por término medio, otros 200.000 hombres, mujeres y niños mueren como consecuencia indirecta de violencia y conflictos armados que a menudo son favorecidos por el flujo incontrolado de armas pequeñas.Y por cada persona que muere en un conflicto armado, muchas más resultan heridas o son víctimas de tortura, violación, abusos, desaparición forzada, toma de rehenes o desplazamiento. Un número aún mayor de personas son privadas de acceso a alimentos, agua, refugio, empleo y servicios de salud y educación.Millones de ellas son mujeres y niñas.Amnistía Internacional y miles de organizaciones y activistas de derechos humanos trabajan para conseguir que los gobiernos de todo el mundo apoyen la adopción de un Tratado sobre el Comercio de Armas (TCA) que regule el flujo de armas.Tres mujeres explicaron a Amnistía Internacional por qué el control estricto del flujo internacional de armas es fundamental para los derechos humanos y para proteger a las mujeres y las niñas de la violencia.Marren Akatsa-Bukachi: "Un hombre con un arma puede violar a una comunidad entera"Marren Akatsa-Bukachi es directora ejecutiva de Iniciativa de Apoyo Subregional de África del Este para el Avance de la Mujer (EASSI). Su organización trabaja con mujeres sobrevivientes de la violencia.Las armas afectan a hombres y mujeres de manera diferente.En África se usan para violar a las mujeres y limitar sus capacidades. También afectan a las mujeres en que tienen que convertirse en el sostén de sus familias cuando sus esposos mueren o quedan incapacitados por armas pequeñas.Yo misma he sufrido las consecuencias del uso indebido de esas armas. Soy de Kenia y, en dos ocasiones, gente armada se presentó en mi casa y robó a mi familia. Estuvieron cuatro horas en ambas ocasiones. Nos ataron de pies y manos, la cara contra la alfombra, y nos aterrorizaron y amenazaron con sus armas. Se llevaron todo aquello por lo que había trabajado toda mi vida.Tuve suerte porque no sufrí ninguna agresión sexual, pero todavía estoy traumatizada. Ahora vivo en Uganda y, a pesar de que hace mucho calor, todas las noches, antes de irme a dormir, cierro con pestillo todas las puertas y ventanas, hasta la puerta del dormitorio. ¿Quién quiere vivir así?Necesitamos de verdad controlar el flujo de armamento. En África, ni siquiera sabemos la procedencia de las armas.Realmente debemos evitar que los países donde existe un gran riesgo de violencia sexual tengan acceso a las armas pequeñas.No hacen falta 100 pistolas para abusar de los derechos de las mujeres. Un hombre con un arma puede violar a una comunidad entera.Actualmente estamos impartiendo formación sobre asuntos relacionados con el género en la región de los Grandes Lagos. Es un proceso muy lento. Formamos a la gente pero no tenemos capacidad de comprobar si después aplican lo aprendido. En la mayoría de los países africanos, avanzamos dos pasos y retrocedemos uno.Es la última oportunidad que tenemos. El aspecto del género debe incluirse en todos los apartados del futuro TCA.Mariame: " Estaban matando a gente por todas partes"Dos años después del fin de la crisis postelectoral en Costa de Marfil, que causó la muerte de casi 3.000 personas, el país sigue siendo escenario de graves violaciones de derechos humanos -como ejecuciones extrajudiciales, detenciones ilegales y tortura- cometidas contra simpatizantes o presuntos simpatizantes del ex presidente Laurent Gbagbo. Tales abusos son principalmente cometidos por el ejército nacional (Fuerzas Republicanas de Costa de Marfil), la policía militar y milicias locales que reciben apoyo del Estado, como los dozos. Mariame vive en Costa de Marfil y ha sobrevivido a la violencia de las armas. Se han cambiado todos los nombres para preservar la identidad de la familia.Cuando la milicia local de los dozos llegó el 30 de marzo de 2011, armada con fusiles Kalashnikov, todo el mundo huyó a la selva. Sabíamos que eran dozos porque llevaban el atuendo tradicional. En aquel momento, mi esposo y yo teníamos seis hijos y huimos todos juntos. Pero fuimos separados y yo terminé con tres de mis hijos. Finalmente llegué a un campo en el que estaba un primo de mi esposo.Entonces empezaron a disparar. No sabíamos de dónde venían los disparos. Estaban matando a gente por todas partes. Perdí a mi hijo de cuatro años, y cuando gritó para intentar encontrarnos, le dispararon. Tuvimos que huir para salvar la vida de mis otros dos hijos.Nos encontramos con dos hombres. Uno de ellos tenía un arma, el otro llevaba un machete. El del machete me agarró a mí, pero el del arma dijo: "no la mates, vamos a violarla". Hicieron todo lo que pudieron. Yo estaba débil porque no había comido en tres días.Mis hijos estuvieron llorando todo el tiempo. Luego los hombres me soltaron y se marcharon.Finalmente encontré a mi esposo, y él fue al lugar donde me habían violado. Allí encontró el cadáver de mi hijo. Ese día, mataron al menos a 10 personas de mi pueblo, entre ellas una mujer que estaba embarazada de nueve meses.También dispararon contra mi hija de 12 años. Ahora tiene dos balas alojadas en la cabeza. Tenía otra en un brazo, pero los médicos pudieron sacarla. Si se da un golpe, le empieza a sangrar la nariz. Tiene esas hemorragias nasales si le da mucho el sol, por ejemplo. Y sufre terribles dolores de cabeza. No tenemos recursos para enviarla a un gran hospital y que allí reciba el tratamiento que necesita.Cuando empezó la guerra, todo terminó para nosotros. Grupos armados invadieron todos los pueblos. Llevan machetes y armas, y otros tienen hachas. En cuanto saben que eres un guere (grupo étnico considerado afín a Gbagbo), te matan.Irma Pérez Gil: "Los homicidios de mujeres suelen cometerse con armas pequeñas compradas en el mercado negro"Irma Pérez Gil, activista sobre transferencias de armas de AI México, forma parte del equipo encargado de captar apoyos entre los negociadores del TCA en las Naciones Unidas.El pasado mes de julio, en la conferencia de las Naciones Unidas para debatir un tratado inicialmente propuesto por Amnistía Internacional para reforzar la regulación del comercio mundial de armas, participamos en las sesiones plenarias, escuchamos lo que dijo cada país y, en las pausas, abordamos a los embajadores para entregarles nuestras recomendaciones.La conferencia duró cuatro semanas. Fue al mismo tiempo una experiencia agotadora, enriquecedora e interesante, porque al fin se estaba debatiendo con detalle el borrador del tratado. En las últimas dos semanas hubo reuniones que se alargaron hasta las dos y media de la madrugada.El último día, con un presidente Obama preocupado por su campaña de reelección, el embajador de Estados Unidos dijo que necesitaban más tiempo para acordar el texto. China, Rusia e incluso Cuba apoyaron a Estados Unidos, por lo que las negociaciones fracasaron.Se programó otra conferencia de las Naciones Unidas para marzo de 2013; confiamos en que sea la última.En la ONU, los procesos tienden a ser arduos y prolongados, pero al final se consiguen instrumentos internacionales vinculantes que, tras su aprobación, se espera que duren para siempre.Uno de los artículos contenidos en el borrador del tratado establece que, a la hora de hacer exportaciones de armamento, los países deberán "considerar" la posibilidad de adoptar medidas que impidan que las armas que exportan se utilicen para perpetrar actos de violencia contra mujeres y niñas. Amnistía Internacional pretende que el texto diga que los países "adoptarán" esas medidas.Es un grave problema en lugares como Centroamérica, dado que allí es frecuente que los homicidios de mujeres y la violencia en el ámbito familiar contra ellas se cometan con armas pequeñas, normalmente adquiridas en el mercado negro.Este tratado, como todos, no es una fórmula mágica pero, si es firme, contribuirá a crear un mundo más seguro.