Por Esteban Beltran, Director de Amnistía Internacional EspañaUna niña de cuatro años bailaba con su traje de princesa, una adolescente te enseñaba como se había pintado las uñas de color morado fantasía, otra te recitaba en voz alta, orgullosa, un poema sobre la libertad que había escrito en su diario. Todas ellas, al final de la reunión de Amnistía Internacional con sobrevivientes de violencia sexual en Nicaragua, habían regresado a lo que siempre debieron ser; niñas.Y eran niñas de nuevo porque ya no se sentían, al menos en ese preciso instante, solas para siempre ni estigmatizadas de por vida por funcionarios públicos o familiares o amigas por haber sido violadas.Empezamos a hablar nosotros, les contamos que miles y miles de personas, sin conocerlas, conmovidas por su indefensión, por su coraje para emprender una vida sin miedo, les mandaban miles de mensajes para que se supieran acompañadas, miles de firmas para conseguir que eli Presidente de la República, Daniel Ortega, permitiera que ellas eligieran, sin coacción, si querían o no tener un niño después de ser violadas.En público solo habló una de las niñas; Estefany ( nombre figurado) y dijo que se sentía ahora fuerte para indignarse por el hecho de que su agresor andara libre, pero todas ellas, las mas mayores en sus diarios, en dibujos de mariposas las mas pequeñas, escribía algunas frases repetidas; quiero justicia, quiero sentirme libre, no tengo miedo, ahora.Apenas tienen lugar donde esconderse; solo hay tres refugios en todo Nicaragua para niñas víctimas de violencia. Padecen leyes que, por ejemplo, les impiden decidir abortar si han sido violadas, e incluso, una mujer, Fátima Hernádez, en una reciente sentencia de la Corte Suprema, ha visto que la pena a su agresor ha sido reducida porque ella también es, al final, sospechosa de haber "consentido" las relaciones con su violador.Hoy eran gigantes aunque fueran niñas. En un día más llevaremos sus palabras y su afán de justicia a todos los candidatos a Presidente de la República, en Nicaragua.