"¿Cómo puede haber reconciliación si todavía hay heridas que no cierran y siguen sangrando?"En la madrugada del 18 de julio de 1992, integrantes del comando paramilitar Grupo Colina entraron en el campus de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, conocida como 'La Cantuta', en Lima, irrumpieron en los dormitorios y secuestraron a nueve estudiantes y un profesor. Entre ellos se encontraba Dora Oyague Fierro.Carmen Oyague crió a su sobrina Dora como a una hija. Desde que ésta era pequeñita vivió con ella hasta escasamente un mes antes de su desaparición, cuando se internó en 'La Cantuta'. "Quedamos en que iba a regresar un miércoles para un cumpleaños de una amiga íntima y resulta que ese día no regresó, no regresó …", recuerda.Carmen Oyague se enteró por la prensa de la desaparición de Dora. "Mi esposo salió a comprar el periódico en la mañana temprano, y resulta que sale la relación de los estudiantes y del profesor. Y por ahí nos enteramos", dice. A partir de ahí comenzó la búsqueda de Dora por la universidad, los hospitales, las clínicas, con la esperanza de que ésta continuaba con vida, aunque sin respuesta por parte de las autoridades. "Nada nos decían: de que los jóvenes se han ido con sus enamoradas, las chicas también con sus enamorados … ya después nos enteramos que ese mismo día fue el asesinato de los estudiantes y del profesor, y por eso nos tenían cerradas todas las puertas", señala.Después de todos estos años, el drama continúa en la familia de Carmen Oyague, al igual que en otras miles de familias de desaparecidos, que tienen que conformarse tan sólo con poder dar sepultura a unos restos incompletos. "De ella lo que hemos encontrado es una parte del cráneo de acuerdo al análisis de hecho. Pero del resto no se sabe lo que pasó", explica Carmen Oyague. A pesar de eso, "hemos hecho un entierro en el cementerio del Ángel, en unas cajas pequeñas, de madera, que proporcionó una de las ONG's para poder darle una pequeña sepultura a este pequeño grupo de cinco estudiantes, cuyos huesos calcinados fueron encontrados. Y del resto no se sabe todavía", señala. Hoy continúan sin encontrarse todos los restos de los estudiantes, aunque hay varias fosas en Cieneguilla que podrían albergar sus cuerpos. "Pero como las autoridades están en otras cosas, no quieren solucionar el problema de los desaparecidos, porque no les conviene que se sepa lo que ellos hicieron con nuestros familiares", afirma con tristeza.Para ella, su lucha no consiste sólo en encontrar la totalidad de los restos de su sobrina, sino que todos los casos de personas que desaparecieron durante el conflicto armado interno que asoló Perú entre 1980 y el 2000 se investiguen hasta el final. "Al cumplirse 10 años de la CVR, en el Perú hay todavía muchos desaparecidos, sobre todo en Ayacucho, Huancavelica, Cusco, Apurímac, Huanuco … en diferentes sitios de nuestro país las autoridades hicieron carne de cañón a nuestros familiares. Los familiares claman que los devuelvan, por lo menos para darle cristiana sepultura", insta Carmen Oyague.Con los procesos judiciales abiertos, la condena de algunos de los implicados en los asesinatos de la Cantuta, pero sobre todo con la publicación del Informe Final de la Comisión de la Verdad, que dio a conocer el alcance de la situación en todo el país en el mes de agosto de 2003, Carmen tenía esperanzas. "Se iba comprobando la verdad de lo que habían hecho con nuestros familiares. Y ya así un poco más calmada, pero sí con esa exigencia de que quiero saber, quiero que me devuelvan todo el resto de mi hija para enterrarla antes de que yo me vaya al más allá", señala con voz entrecortada.Aunque ha habido avances significativos, Carmen Oyague considera que el principal problema para avanzar en el esclarecimiento de lo que sucedió radica en el desinterés de las autoridades. "No quieren solucionar este problema porque saben que van a agarrar a las más altas autoridades. Ese es el motivo por el cual ellos no solucionan el problema de los desaparecidos", afirma. El problema, continúa, no radica únicamente en quienes fueron los autores materiales de los asesinatos, sino también en aquellos "que dieron orden, como en el caso de Fujimori. Él no ha matado. Pero sí dio la orden. Y esa orden de un Presidente es algo que nunca debería suceder. Que nosotros, los ciudadanos, pagamos nuestros arbitrios para que ellos se beneficien y todavía van a matar a nuestros hijos", dice con indignación.Como muchos otros familiares de víctimas, Carmen Oyague considera que hay que solucionar este problema de los desaparecidos para que haya una verdadera reconciliación nacional. "¿Cómo puede haber reconciliación si todavía hay heridas que no cierran y siguen sangrando?", se pregunta.