Se ha tenido noticia de que China ha decidido abolir los campos de "reeducación por el trabajo" en todo el país, pero tal decisión será poco más que una medida superficial si las autoridades no abordan los abusos profundamente arraigados del sistema de reclusión en general del país, ha manifestado Amnistía Internacional."Los campos de 'reeducación por el trabajo' son sólo una pieza de la intrincada red de centros de reclusión arbitraria de que se vale el gobierno chino para castigar a quienes ejercen sus derechos humanos de manera que las autoridades consideran amenazadora", ha señalado Corinna-Barbara Francis, investigadora de Amnistía Internacional sobre China."Aunque abolir el sistema de campos de 'reeducación por el trabajo' es un gran avance, lo cierto es que las autoridades están buscando nuevas formas de castigar igualmente a tales personas, como enviarlas a otros tipos de centros de reclusión arbitraria, como los denominados 'centros de lavado de cerebro' y 'cárceles negras'.""Se corre realmente el riesgo de que, sin un cambio fundamental en las políticas que fomentan el castigo y hostigamiento de personas como los peticionarios, los activistas de los derechos humanos y los miembros del movimiento Falun Gong, las autoridades chinas no hagan más que abolir un sistema de reclusión arbitraria para ampliar el uso de otros."Las autoridades chinas llevan años utilizando una intrincada red de más de 300 campos de "reeducación por el trabajo" para recluir a centenares de miles de disidentes. Muchas personas son enviadas múltiples veces a "reeducación por el trabajo" y pasan muchos años recluidas sin cargos ni juicio en tales campos.La agencia oficial de noticias china, Xinhua, ha informado hoy de que se van a cerrar los campos de trabajo. La abolición de estos centros es parte de una serie de reformas anunciadas por el Partido Comunista chino, entre las que figura la restricción gradual de número de delitos penados con la muerte.